Llego de las vacaciones y me encuentro el deporte nacional, es decir, qué bonito es lo de fuera, qué cutre es lo de aquí, aunque sea igual. Pedrosa de repente es lo peor por unas declaraciones que no son para tanto; Alonso es giliposha por ser igual que Rossi; entra un trol y debuta escribiendo que el segundo mejor piloto del mundo durante dos años y medio (abril 2003-agosto 2005) es un payaso, un quiero y no puedo, seguro que todos los aquí presentes hemos sido los segundos mejores del mundo en nuestro trabajo alguna vez, sobre todo el trol ése. Yo quiero ser el segundo en mi trabajo y no puedo, soy más payaso que Sete. Y luego rajamos de los futboleros y de las portadas de Solo Moto y Motociclismo. No veo tanta diferencia cuando nos ponemos españoles y cazurros, la que le estaríamos dando a Hayden si fuera español por quedar 9º en Brno, pero es guay, porque es extranjero y hacía dirt track. ¿Y si Edwards fuera español? Un hazmerreír, sin embargo muchos siguen confiando en él.
A todo esto le añadimos un componente algo absurdo, no sé si llamarlo envidia, porque no es exactamente eso, pero el caso es que el deporte nacional afecta principlamente a los que lo hacen o lo han hecho bien. Por supuesto, nos choteamos de Cardoso o Carchano, pero siempre con menos maldad que de Gibernau, Pedrosa o Lorenzo. Yo me he choteado con maldad de Ferrero o Moyá (hay quien ya hasta se chotea de Nadal por ser el nº2 en lugar del 1), creo que muchos nos hemos choteado de esos dos tenistas, sí, ¡dos ganadores de Roland Garros y que han sido nº1 del mundo aunque sea por espacio de sólo 7 días! Pues los ponemos a caldo. Pero para Robredo todo son elogios, porque no ha ganado un grand slam, el día que lo gane, sentenciado. La que le espera a Alonso como Schumi sea campeón, lo desterramos, bueno, ya se van ellos antes a vivir a Londres, más vale prevenir que curar.